Fuente: Revista Semana
Mirtha Yanina Coronado Cárdenas
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En la actualidad, cobra vida la frase célebre “El hombre es lobo para el hombre”, extraída de la obra dramática Asinaria, del comediógrafo latino Plauto, la cual fue popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes, en su obra El Leviatán (1651), para referir que el hombre se halla en una lucha incesante contra su prójimo.


Es decir, este se convierte en una especie de criatura licantrópica, metáfora del lado salvaje que posee, pues es capaz de realizar grandes atrocidades contra elementos de su propia especie. Ello se ha manifestado y se manifiesta a lo largo de la historia, a través de algunas acciones como las guerras, la esclavitud, los asaltos, sicariatos, asesinatos y secuestros, feminicidios, el sometimiento de los individuos indefensos, deshumanización, tráfico ilegal de personas, robos desmedidos, los chantajes, la corrupción, entre otras.

El hombre un ser natural, racional, poseedor de una inteligencia y voluntad, en palabras de Jean-Jacques Rousseau, «… bueno por naturaleza», por nacer bueno y libre, ha cambiado, drásticamente, en su capacidad de actuar frente a diversas situaciones, en su afán de sobrevivencia entre los demás.

Es así que, el mundo, influido por las ideologías capitalistas e individualistas, lo han convertido en depredador de su propia especie. Él se ha visto amenazado, justamente, por otros seres humanos que, en algunos casos, actúan de manera insensible, irracional y desmedida sin medir las consecuencias que pudiera generar su actuar.


Fuente: Depor

Por otro lado, la desigualdad e inequidad existente en el mundo ha originado el surgimiento de hombres que, con ansias de poder y de grandeza, han sometido a los demás, cual corderitos inocentes y tiernos, fáciles de engatusar, a cambio de lograr alcanzar sus ambiciones más deseadas o imaginadas, diezmando la convivencia armoniosa, equilibrada y pacífica que debiera existir entre los ciudadanos que integran una sociedad como la nuestra. Por tanto, así como hay hombres de conducta intachable, que velan por el bienestar de su prójimo, también existen de aquellos ególatras que solo buscan concretizar sus propios intereses.

Del mismo modo, en la sociedad actual, observamos que se fomentan planes, proyectos y programas a fin de favorecer y proteger al más débil, sea por su baja condición económica, su grado de instrucción, su raza, su lengua, sexo o cualquier otra característica que lo hace vulnerable frente a los demás; sin embargo, todo se realiza con segundas intenciones, por ejemplo la ejecución de “elefantes blancos”, programas de apoyo e integración con presupuestos exorbitantes, entre otros, de los cuales se benefician los lobos con mucha astucia, desdeñando la confianza del pueblo.


Estos, cual aves rapaces o licántropos que esperan su presa, esperan con codicia el dinero designado para beneficiarse y favorecer a los suyos, no importándole la pobreza, desesperación, angustia en la que se encuentran inmersos sus semejantes.


En fin, aunque resulte una utopía del humanismo, se debe luchar por lograr una sociedad equitativa, equilibrada donde se trate a todos por igual y el más fuerte proteja al más débil. Para ello, se debe contar con un Estado que haga valer los derechos de todos los peruanos y también haga cumplir los deberes de estos, sin distinción de ninguna índole y procurando que las normas y leyes instauradas se respeten y solo se puedan variar previo acuerdo de la comunidad en general.

Es decir, hay que domesticar aquel lobo feroz concientizándolo desde su entorno más cercano; revertir La metamorfosis de Franz Kafka, todo con miras a forjar seres que en vez de sentir envidia, codicia y desdén por su prójimo actúen con prudencia para lograr sus objetivos y aportar al desarrollo del país.

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