Fuente: Canal N
José Luis Escobar Morán

Afirmar que los procesos independentistas de América hispano parlante son totalmente peruano, es fácil de demostrar, si atendemos a que este ciclo histórico se inicia con Tupac Amaru en el Cuzco y concluye en Ayacucho.


Además, adquiere su tinte independentista con la Carta a los Españoles Americanos del arequipeño Vizcardo y Guzmán, difundido por Francisco de Miranda, un gran americano. La otra versión, la oficial, es fácil afirmar y difícil de demostrar; vino una corriente independentista del sur y otra del norte, salidos de la nada, y nos independizaron. “Por doquier San Martín inflamado, libertad, libertad proclamó” como dice una de las estrofas de nuestro Himno Patrio. Los andinos estábamos pintados en la pared, según esta versión edulcorada de un momento crucial.

En eso las historias oficiales de la conquista y de la independencia se parecen; en la primera un inka y un grupo de aventureros europeos ocupan el escenario y 18 millones de nativos solo son parte del paisaje; en la otra, grupos de criollos, con algunos peninsulares entreverados en ambos bandos, determinan la independencia americana, mientras que la inmensa mayoría de pobladores, solo son espectadores, convidados de piedra de la suerte de la patria que les arrebataron.


Fuente: Trome

Desde hace unos 20 años gana fuerza, corrientes historiográficas que afirman que los detentores de la tierra, por divina gracia de su majestad real, formaban el cuerpo de jefes y oficiales de los llamados “ejércitos patriotas”, pues querían la plena propiedad de los territorios que ocupaban. En el bando de los defensores de la Monarquía, empleados reales, sacerdotes, peninsulares o criollos, defendían los fueros que su divina gracia les confirió. En ambos bandos, oficiales y jefes españoles, compartiendo con los criollos la responsabilidad del mando y de los resultados, de la guerra.

Corrientes historicistas más recientes, nos dicen que estas guerras entre criollos, no solo debilitó, también desprestigió los paradigmas que durante los 300 años que duró la colonia curas, militares y funcionarios civiles habían impuesto entre las masas indígenas; que éstas comenzaban a cuestionar la superioridad per se de la cultura impuesta e intentaban sublevarse, ya no para liberarse de un lejano rey, sino para expulsar a criollos e hispanos que les habían arrebatado sus tierras y riquezas; una revolución para la época.


Ante esta amenaza y para evitar la sublevación, criollo e ibéricos, que como vimos estaban en ambos bandos, decidieron transar y se proclamaron las independencias de las “republiquetas” herederas del Imperio Español en estas tierras.


La Independencia del Perú, proclamada en Lima, aunque antes lo fue en Huamanga, Huaura, Ica y especialmente en Cangallo, siete años antes, no hace más que reconocer ese hecho; así en el séquito que acompañó a San Martín durante la proclamación, se encontraban marqueses y curas de alto rango, beneficiarios del régimen colonial, pero poseedores de tierras y, sobre todo, temerosos de una rebelión general de indígenas, que hubiera acabado con ellos. Ahí comienza la frustración de la vida republicana de estos estados fallidos.

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