Fuente: RPP
Edgar Gutiérrez Gómez
egutierrez@unah.edu.pe

La pandemia del virus que se está convirtiéndose en parte de la familia y convivencia, facturó una serie de consecuencias imprevistas.


El insulto a la política estatal, convirtió la necesidad de replantear la salud y la educación pública. El haber sido arrojado al mundo sin planes y destino, creó una desesperación angustiante del hombre por su vida, ante la amenaza de una muerte invisible.

La educación pública se vio gravemente afectada, en especial la educación superior; puesto que, la educación básica aparenta estar funcionando bien a nivel nacional. Esa paradoja que la educación superior es independiente, con cierta autonomía administrativa y académica, se fue al tacho. Las universidades públicas en su mayoría, no lograron iniciar sus clases virtuales, por detalles minúsculos, como pretender monitorear a la totalidad de sus estudiantes. Cuando en situación de aparente normalidad, era sálvese quien pueda para aprobar un curso.

Actualmente, quieren subsanar todos los accesos de líneas de internet de todos los estudiantes. Si ya tienen internet, necesitan aparatos digitales como laptop o teléfonos inteligentes para que puedan iniciar con sus clases. Al margen de que pueda sonar sexista: parecieran ser hijitos de mami. Quieren todo equipado para iniciar sus clases. La generación perdida con estas condiciones de educación, seguramente arrojaba al mundo laboral, científicos al granel.


Fuente: Revista Un Camino

Estos hijitos de mami, que se hacen llamar universitarios, revolucionarios, tomadores de locales, huelgas por comedor y reclamos por allá y por aquí. Ahora, salen contentos a frustrar todo el año 2020 por no poder adecuarse a las nuevas exigencias de sacrificio personal y, así lograr sus objetivos de ser profesionales.

En mi etapa nonagenaria, jamás he visto que el Estado nos otorgara una máquina de escribir para suministrar trabajos o monografías como estudiante, lo cual el profesor jamás lo leía. No existía bibliotecas virtuales con una infinidad de contenidos. ¿Qué gran aporte, puede dar un profesor de este tiempo a un estudiante autodidacta, con millones de informaciones en tiempo real? ¡Eh, hijito de mami! Nada.


Es excusa perfecta para seguir perdiendo el tiempo, perjudicando a la mayoría que desea iniciar con las clases virtuales; pero, ya. El asistencialismo rebasó a los estudiantes revolucionarios de las universidades del Perú. Ese facilismo de lograr objetivos con mínimo sacrificio, es una ganga del quién se hace llamar dirigente estudiantil.


Los universitarios deberían ejemplificar, como es sacrificarse en tiempos de rareza biológica que estamos afrontando. Esos miles de jóvenes universitarios del Perú, no irradian esa esperanza de vida a los nonagenarios que nos vamos de este mundo. Por el contrario, conviven en el paternalismo y ser los eternos hijitos de mami. Cuando les toca sacrificar algo por la formación universitaria, aflora su instinto más cursi: agu, agu, agu; no tengo línea de internet, tampoco laptop para iniciar una clase virtual.

Esa juventud que suspira cambios radicales, se ha quedado como víctima del sistema y rebusca una serie de pretextos para prolongar su estado de confort. A eso se suman los profesores que abogan por ellos: pobrecitos, angelitos, bebés, nenes y se computan como sus padres. ¿Cómo no haber tenido esa suerte de ser hijito de mami? ¡agu, agu, agu! No a las clases virtuales porque, no tengo internet.

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