Rene Antonio Hinojosa Benavides rhinojosa@unah.edu.pe

El 05 de junio de 1880 miles de invasores invadieron a través de las paredes celulares de la nariz y la garganta, pidiendo la rendición e instalándose en las pequeñas depresiones y elevaciones de la mucosa nasal, para luego pasar a la garganta,


mientras que los cilios, bravos soldados filiformes e invisibles que recubrían la nariz y la garganta, intentaron expeler a los “chilinvasores”, pero estos, por su gran número tomaron posesión del terreno. Estos virus de 20 “caras”, debido a su afinidad por las células de la mucosa nasal, fueron llamados rinotropos, que en su desplazamiento por centenares de miles “violaron” a las celdillas, las que al sentir el “cosquilleo” en su membrana, cometieron un primer error al envolver estos rinovirus y admitirlos en su “seno”, luego cometieron un segundo error al disolver con su enzima la “capa” externa del virus, liberando su arma destructora: el ácido nucleico invasor, así este virus desarrolló su programa genético para multiplicarse.

Los invasores, que no tenían los instrumentos para reproducirse, arrebataron a sus cautivas el “centro” de producción, activando genes virales que se encargaron de cerrar la “fábrica” de la celdilla, por lo que el 06 de junio los centros de producción de 900 000 células de la mucosa nasal quedaron paralizados. Entró en acción una segunda “batería” de genes virales, obligando a la fábrica la elaboración del ácido nucleico, y una vez que hubo suficiente reserva de dicho ácido, intervino una tercera serie de genes que estimularon la creación de 24 tipos de aminoácidos para integrar una cubierta protectora.


Fuente: Agencia SINC

Completada la producción de sustancias para el revestimiento exterior, se inició el “montaje” de los individuos de la siguiente generación. Ácido nucleico en el centro, y alrededor la capa de moléculas proteínicas que, dispuestas en triángulos contiguos, formaron el nuevo microorganismo rinotropo, cuya progenie de unas 100 en cada célula, se aglutinó en todo el organismo de la víctima, congregándose en puntos periféricos para irrumpir en las celdillas a través de sus paredes; las células heridas de muerte, sucumbieron poco después. En menos de 3 600 segundos, la progenie (90 000 000 en total) parida de las 900 000 células afectadas se dispersó y fue en busca de las “sanas”.


El 07 de junio, la segunda generación de virus (unos 9 000 000) entró a raudales en la circulación sanguínea.


Este batallón invasor fue interceptado por la patrulla de linfocitos, quienes exterminaron a muchos rinovirus y a otros los llevaron hasta el ganglio linfático más próximo para examinarlos y, basándose en la estructura de la “capa” protectora, el sistema inmunógeno empezó a elaborar anticuerpos capaces de destruir a los intrusos, pero varios miles de invasores lograron atrincherarse. El 07 de junio, la segunda generación de virus (unos 9 000 000) entró a raudales en la circulación sanguínea. Comenzaron a acumularse células muertas en la mucosa nasal, que segregó un líquido viscoso para arrastrarlas fuera del campo de batalla. La tercera generación de virus (aproximadamente un billón) se diseminó por todo el organismo, de tal manera que por cada virus que los linfocitos mataban, 10 000 lo reemplazaban, ocasionando lágrimas, dolores y estornudos.

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