Fuente: Psicologia Online
Cástor Saldaña Sousa
sousa@usal.es

Esta tarde, un insight ha “confinado” mi mente por un instante a modo de condensación de símbolos, imágenes, pensamientos reflexivos,


sentimientos y emociones que emergen debajo de la alfombra, celebración de cumpleaños astrológicos en el restaurante Mestizo de Ayacucho, personas significativas que uno siente que la Vida o  “los falsos dioses” las puso delante para un desarrollo recíproco o un estar “alerta al mensaje contenido”, encuentros inesperados, tiempos pretéritos cargados de Break Beat sureño y extremeño, atmosferas contemplativas en las tardes de primavera-verano en mi pueblo natal y proyecciones a futuro “post-covid-19” sobre el diario vivir con la Nueva Tierra repensada desde mis experiencias con los nativos de la selva peruana y el Arte de Vivir de los Últimos Indígenas que me ha trasmitido mi maestro Abati (Giner, 2018, p.65).

La “cuarentena” ha hecho que vuelva al “útero materno en Ayacucho” a dos niveles complementarios: a nivel físico ha hecho que regrese a vivir con la familia Romaní, lugar donde desarrollé gran parte de mi proceso de investigación doctoral con el ambiente apropiado interno y externo, con una mirada panorámica hacia la cordillera central de los Andes Peruanos; a nivel mental, es una vuelta al plano de las ideas, integrando en esta ocasión la faceta artística de la pintura y las personalidades influyentes en mi actividad profesional.

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Este proceso, que oscila entre lo consciente vigílico y la “sombra” agazapada “en el borde de la palabra” rodeando el inconsciente, no se ha dado en vacío. Por el lado académico, tenemos la línea de Luis Cencillo Ramírez, mientras preparaba las clases de psicología dinámica y releía el desfondamiento humano, tratando de hacer una síntesis del desfondamiento tradicional, pulsional, mental y sus consecuencias (Cencillo, 1978, p. 594); Por el lado personal, asalta a mi mente la condensación de mi edad cronológica de cuarenta años con la cuarentena “oficialmente impuesta y controlada” y con el simbolismo del número cuarenta como número arquetípico según la teoría de Carl Gustav Jung y según se presentan en innumerables religiones, tradiciones y culturas.


Fuente: ABC.es

En este sentido, tenemos múltiples ejemplos como los cuarenta días del diluvio universal, los cuarenta días de Jesús en el desierto, la cuaresma, Alí Babá y los cuarenta ladrones, la revelación de Mahoma a los cuarenta años, la llamada “crisis de los 40” desde el punto de vista moderno del ciclo vital, y así, encontraríamos el numero cuarenta en el budismo, en el I Ching, en la geometría y en narraciones míticas y prácticas ancestrales de los diferentes continentes del planeta.

Termino relacionando el cuarenta reduciéndolo al número cuatro en relación a la geometría como cuadrado que simboliza la estabilidad, la solidez “¿y rigidez?” y con los cuatro elementos que representan a la Tierra: tierra, agua, aire y fuego. Esta reducción de los cuarenta a los cuatro elementos de la naturaleza se encuentra en todos los sistemas de conocimiento ancestrales y en la cosmovisión andina y, particularmente, en un grupo neoandino que propone el trabajo consciente de los cuatro elementos como parte del desarrollo humano de carácter integral.

Los cuatro elementos son recategorizados como cuatro poderes que tienen que ser activados internamente por el trabajo personal (Saldaña, 2017, p. 136), el cual, a su vez, reflejan un remanente del cuarto camino de Ouspensky. Sintetizando de manera reflexiva y holística el desfondamiento humano, el número cuarenta como símbolo arquetípico y número sagrado presente en todas las culturas unido a la cuarentena actualmente impuesta y a mis cuarenta cronológicos, presento la siguiente interpretación “ad hoc”: El desencadenante principal de este insigth interpretativo es el anclaje biopsicoemocional de los cuarenta años cronológicos, no en relación a una cuestión de vejez o declive, más bien, desde mi propia visión, es completamente todo lo contrario, es la oportunidad de romper con la programación mental implantada por las ideas  acerca del ciclo vital del desarrollo humano.

Sin embargo, si adopto los cuarenta desde la dimensión metafísica y como “número sagrado”, lo utilizo a mi entendimiento y comprensión, con un cierto nivel de independencia vinculado a la dimensión biológica y cronológica en sí. Sobre la base de este “anclaje bioemocional” se suma de manera “conjuntiva”, como me enseñara mi director de tesis Carmelo Lisón Tolosana, la cuarentena actual como símbolo arquetípico que viene a invitarte a que entres en un periodo de recogimiento interior, de revisión de tu estilo de vida y tus esquemas de creencias.

Desde este punto de vista, la cuarentena se presenta como un “desierto psicológico a atravesar”, habitado por nuestra biografía histórica, lleno de escenas, personajes y ambientes. También presenta la posibilidad de integrar lo interno y lo externo, así como diferentes aspectos de nosotros que hayan sido fragmentados y dispersos por una proyección canalizada excesivamente hacia la vida exterior. Cómo a partir de un “enemigo invisible”, generando en muchas ocasiones la sensación de entrar en estados “neuróticos y psicóticos”, ante la incertidumbre de no saber dónde está o en qué momento te puedes encontrar con él, la sensibilidad psíquica se agudiza haciendo que se active el inconsciente y que emerja el arquetipo de la “sombra”, donde el miedo individual y colectivo quiere ser el protagonista principal.


La cuarentena es una meditación dulcemente sugerida por la naturaleza, la vida y el cosmos, más allá de la cuarentena como imposición estatal. Tenemos dos niveles de análisis de la cuarentena como meditación, y la primera va más allá de ser una meditación de carácter oriental u occidentalmente adaptada y, por supuesto, más allá de pensar que tiene que ver con la Nueva Era. Otra cosa es que cada colectivo humano, filosofía, sistemas de conocimiento de cualquier índole se lo apropien de acuerdo a sus visiones categoriales sobre la vida, la muerte y el ser humano.


La “cuarentena” genera una parada en el tiempo que facilita el encuentro con nuestra “sombra” para reordenar los arquetipos colectivos que nos gobiernan y redirigirnos como personas, como sociedad y como especie humana hacia una nueva línea de tiempo, tomando opción por una nueva dirección de sentido de formas de vida, de relacionarnos, de organizarnos, de entender la naturaleza, de entender nuestro cuerpo. Implica una transformación a nivel personal. La velocidad de los cambios será variable para cada persona y colectivo humano, de acuerdo a su estado actual de conocimientos, las cualidades desarrolladas hasta el momento y las condiciones contextuales.

 

Referencias bibliográficas

Giner Abati, F. (2018). El arte de vivir de los últimos indígenas, patrimonio intangible de la sabiduría ancestral. EREBEA, revista de humanidades y ciencias sociales. Núm.8 pp. 65-91.

Cencillo Ramírez, L. (1978). EL HOMBRE. Noción científica. Ediciones Pirámide, España

Saldaña Sousa, C. (2017). Los Apus: Configuración etnomédica en Perú actual. Editorial Universidad de Salamanca, España.

4 comentarios en «La cuarentena: entre el inconsciente “confinado” y el desfondamiento humano»
  1. Excelente articulo Castor, mi periodo en la tárica también es de 40 días. Me ha gustado especialmente como estás integrando conocimiento y sabiduría, lo académico con lo ancestral e inclusive con la vivencia personal. ¡Enhorabuena!

    1. Recien he podido verlo. Gracias por tu comentario hermano, me motivan tus palabras. "Don Quijote" se está despertando en este periodo. Un fuerte abrazo.

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