Ahí va el ser inauténtico con todas las cualidades morales como manda el sistema imperante, vive para otros y del qué dirán y se dice. Aquel desdichado individuo se siente inmortal e imprescindible para sus amigos y vecinos porque vive según lo establecido. Va arrastrándose por la vida siempre reduciéndose sus añitos porque tiene miedo morir, también vive acorde a la moda y de las novedades que el mercado le promete para tapar su infelicidad. Vive preparándose y engañándose con la vida eterna en el más allá, por eso asiste todos los domingos elegantemente, junto a sus suegros y como familia modelo a la misa celebrada por la religión oficial.

El ser inauténtico existe bajo el señorío de los otros, como dice Heidegger: “esta distancialidad propia del co-estar indica que el Dasein está sujeto al dominio de los otros en su convivir cotidiano. No es él mismo quien es; los otros le han tomado el ser” (Heidegger, 1997, p. 130). Su mayor miedo es la muerte y se prohíbe pensar en la nada. ¿El inauténtico desconoce del poder que lo domina y sujeta?, ¿aún no dudó ni pensó de su existencia inauténtica? El ser inauténtico tiene miedo de pensar de sí mismo y de su propia muerte, por eso vive entregando su libertad al poder.

Todo ser llega al mundo ya establecido por los “poderes de los otros”. Llegar al mundo es llegar al poder de los otros. El niño nace “en el mundo del ser anónimo, del ser de todos, del impersonal, de lo establecido, de lo ya dicho, de la muerte de toda posible creatividad” (Feinmann, 2008, p.269). Empezamos nuestras vidas en un mundo para los señoríos que gobiernan. Vivimos para los otros. “El hombre ‘cae’ en el ‘mundo’ y ‘cae’ en medio de un mundo ‘ya dicho’, ‘ya interpretado’, ‘ya escriturizado’. Su tendencia, incluso, es a no salir de ese ‘mundo’, ya que este lo mantiene en el término medio que el Dasein siente es su protección” (Feinmann, 2008, p. 271).

La impropiedad no mienta una especie de no‐estar‐ya‐en‐el‐mundo, sino que ella constituye, por el contrario, un modo eminente de estar‐en‐el‐mundo, en el que el Da‐sein queda enteramente absorto por el ‘mundo’ y por la coexistencia de los otros en el uno. (Heidegger, 1997, p. 177)

El ser inauténtico lee los libros, se viste y se comporta según el modelo de hombre del imperio que por su puesto fue impuesto por los dueños del sistema, por eso la valida la historia oficial y escenifica los hechos históricos interpretados por los que dominan. Piensan e interpretan al mundo bajo el domino de sus jefes.

Que vive en un mundo que él no ‘abre’, sino que lo acepta, sin darse cuenta, ‘cerrado’. Todo se le da. Todo se le dice. Se le dice lo que hay que leer. Se le dice lo que hay que ver. Se le dice lo que hay que vestir. (Feinmann, 2008, p.274)

En fin, el ser que existe es inauténtico porque vive bajo el dominio de los poderosos del mundo, estos últimos ordenaron y pensaron para ser felices y disciplinados como desea el imperio que seamos, seres sujetados por el poder. Los inauténticos son libre consumistas, democráticos y defensores de los dogmas capitalistas, pero odian a muerte a los auténticos. El imperio domina nuestros gustos, sueños, pensamientos e interpretaciones, ¿aún no lo cree? Tiene tanto poder para convertirnos en seres prósperos y angelitos en un mundo de valle de lágrimas. ¡Bienvenidos a un mundo de la inautenticidad!

Referencias:
  1. Feinmann, J. P. (2008). La filosofía y el barro de la historia. In Titivillus (Ed.), Lectulandia, ePub r1.0. https://psicologiaen.files.wordpress.com/2017/06/feinmann-la-filosofia-y-el-barro-de-la-historia.pdf

  2. Heidegger, M. (1997). Ser y tiempo (E. Universitaria, Ed.; Primera Ed). Traducción de Jorge Eduardo Rivera C.

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