Entrega del chancho (cerdo) asado a los padres de la novia: “El precio de la novia”
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Índice
- Descripción etnográfica del Yaykupakuy
- Relato comparativo etnohistórico
- Interpretación teórica
- Descripción etnográfica de Yaykupakuy
Era viernes, cuatro de julio de 2025. Estábamos en Huanta a las cinco de la tarde. El contacto, Raúl, nos informó que “la pedida de mano” empezaba a las ocho o nueve de la noche. Esperamos en el lugar donde Raúl nos indicó para acompañarnos. Sin embargo, el tiempo transcurría y no daba señales de vida. Aún estaba en el trabajo. Algo sucedía. Parecía que todo se resistía a que se llevara a cabo el evento. Ya eran más de las ocho y no sabíamos nada. Me dormí en la camioneta mientras Edgar conversaba con Raúl por teléfono. Cuando desperté, estábamos de regreso a Huamanga. —¿Qué pasó? — pregunto —entreabriendo los ojos y viendo delante de mí un camión con nubladas luces rojas. — Lo han suspendido para mañana, he conversado con la misma señora. Raúl me ha pasado con un familiar del novio — me responde Edgar— disculpe, se ha suspendido, mañana va a ser, puede venir normal, disculpe por favor— le responde la señora, cuando le había pedido permiso para presenciar el evento y recoger datos como investigador.
Al día siguiente, regresamos a Huanta. Esta vez llegamos a las siete y cuarto al lugar indicado. Después de las ocho, apareció Raúl por un lateral de la calle para llevarnos a la casa del novio. Estábamos cerca, a unas dos cuadras cruzando un pequeño puente peatonal, aunque nosotros fuimos en camioneta dando la vuelta a la manzana.
Llegamos a la casa, a un barrio donde la pista era de tierra y piedras, en una pequeña subida, donde a la camioneta le costaba subir y hacía tirar hacia atrás las piedras con un sonido a carrera de coches. Nos hizo pasar por una estrecha puerta, bajando unas escaleras que daban salida a una sala grande. Antes de la sala, en el descanso de las escaleras, había un hueco con una olla grande sobre fuego de leña y dos personas cuidando. Se trataba del plato típico llamado mondongo, elaborado a base de maíz con pata de res y trozos de carne. El mondongo se cocinaba a fuego lento para el día siguiente muy entrada la noche, mejor dicho, para antes del amanecer o, quizás, una vez que haya salido el sol, cuando la novia ya está en casa de los padres del novio.
Una vez en la sala, nos ubicaron en dos sillas en un lateral de esta, cerca de la cocina. Resulta que Raúl era el tío del novio, por ello es por lo que había comunicado la intención de presenciar el Yaykupakuy. Nos presentó a sus familiares, a su esposa e hija, al padre del novio, al novio, y otros presentes que se acercaban a nosotros. Preguntamos por qué se había suspendido el día anterior y el motivo fue porque faltaban familiares por llegar de otras regiones. Alrededor de la sala había personas sentadas; unas conversando entre ellas, otras calladas. Era la familia del novio, algunos vecinos del barrio y amistades del novio. Se acercó a mí una joven diciéndome: — profesor, ¿qué haces aquí? — Resulta que era una alumna de Educación Inicial Intercultural Bilingüe, prima del novio. Pudimos conversar un rato y que me explicara el ritual Yaykupakuy en confianza.
De pronto, con la curiosidad del “extraño” o la novedad del “extranjero”, preguntábamos conversando y amablemente nos iban contestando como se llevaba a cabo la ceremonia. Mi primera pregunta, a los dos familiares que estaban vigilando y calentándose al lado de la gran olla de mondongo, fue preguntar que término tiene esta ceremonia en quechua: —Yaykupakuy, es pedir la mano— me contesta. A partir de aquí se abrió la conversación a la polisemia del quechua como idioma aglutinante y polisémico, añadiéndole, además, relatos diferenciales de cómo era antes, décadas atrás, y más atrás, la ceremonia Yaykupakuy, tanto en las zonas rurales como en otras regiones del Perú como Huancayo y Huancavelica. Edgar estaba presente y, al hablar quechua, pudo entender mejor los significantes y los significados, conversando ampliamente y tomando sus datos seleccionados. Cuando me presentaron al novio, nos saludamos y ante mi pregunta sobre el Yaykupakuy me responde:
Más que nada el Yaykupakuy es para que se conozcan las familias y haya respeto entre todos. Lo de casarse ya depende de los novios cuando quieren oficializar el matrimonio.
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Es la ventaja cultural de saber el idioma materno local. Aunque todos o casi todos hablan castellano y traducen lo que explican en quechua. Ahí está la distancia entre la Torre de Babel y los principios universales subyacentes como Homo sapiens en el Reino de la Tierra. Atravesar la diversidad fenomenológica que nos presenta el ser humano y captar los principios, las causas primarias y pensar como especie que tenemos las mismas necesidades presentadas bajo distintas formas, idiomas, creencias, geografías; hoy en día, la mayoría sincréticas por el nomadismo y las conquistas del ser humano. Nos guste o no, la predisposición biogenética y la etología humana está presente.
Nos quedamos en casa del novio hasta las once y media de la noche. Antiguamente, se iba caminando de la casa del novio a casa de la novia, con toda la familia a pie y la ofrenda de alimentos y productos. Fuimos en las camionetas en este caso. Ayudé a subir el saco de maíz de cancha a la camioneta; maíz de cancha que sería parte del ritual de Yaykupakuy para iniciar la ofrenda y la entrega de regalos. La novia vivía en otro barrio de la ciudad de Huanta, no muy lejos. Llegamos al lugar. Nos alistamos en familia, con los padres y el novio delante y fuimos caminando hacia la puerta de la novia, más de veinte personas aproximadamente. El padre tocó la puerta y no abrían. Se resistían a abrir. Nos hicieron esperar minutos y ya se sentía el frío de medianoche. Parecía que vivíamos el cuento de cenicienta. ¿por qué a la media noche? ¿Qué significados simbólicos culturales, quizá fisiológicos-libidinales, encierra que se haga a medianoche, cuando nadie nos ve?
Cuando se tocó la puerta por tercera vez, recién la entreabrieron hablando en quechua. Cerraron la puerta y después de unos minutos volvieron a abrir. Dieron el permiso para ingresar a la casa. Entró primero el padre. Después dio paso a toda la familia. Cuando entramos en la casa hacia un patio de adobe, todo estaba oscuro sin percibir nada cuando, de repente, ¡ajá! se prende una luz en el patio y aparecen personas sentadas en sillas alrededor del mismo. Era la familia de la novia, esperando al novio y su familia. Nos hicieron sentar a toda la familia al frente, completando el perímetro del patio y quedando todos en círculo; a un lado, la familia de la novia, al otro, la familia del novio. Todos estábamos en silencio. Un silencio fruto de un tinku emocional, un encuentro entre familias; un silencio que habla más que la Torre de Babel, que el quechua y el castellano juntos.
El padre del novio con la familia en la puerta de la casa de la familia de la novia, minutos antes de medianoche. Fuente: autor
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Personalmente, sentí una conmoción emocional, sentí una timidez inicial, como una sensación no de sumisión sino de respeto hacia la nueva familia y territorio. No sé si captaba la emoción grupal o era mi subjetividad; o si mi comportamiento era modelado por la proxemia etológica del grupo, sin mediar palabra, pues la palabra está contenida en el cuerpo, en la emoción, en el gesto, en el lenguaje no verbal, en el pensamiento replegado que no se expresa verbalmente. Fue una experiencia humana, vital, más allá de saber el idioma, somos inteligentes y nos adaptamos a la situación por sobrevivencia. En cierta medida, nada está aislado y formamos parte de la percepción grupal, aunque sin olvidar que dentro del estado mental y emocional grupalmente contagiado (¿empatía? ¿neuronas espejo?), tenemos una individualidad perceptiva que nos distingue del grupo y cada cual tiene su mirada, compartida. En general, me dije a mi mismo y a Edgar: —esto parece un velorio—, y Edgar también advirtió: —están todos callados, en un velorio se habla más—. Saltó el prejuicio estereotipado de la mente como un software de ordenador, que muchas veces tiene fallos. La memoria a largo plazo buscaba eventos asociativos a lo que presenciábamos, disparando las categorías que ya traemos a priori. Suspender el juicio en ese instante es tener un control de tu mente, y entender el estado psicocoroporal en el contexto cultural que se llevaba a cabo el evento: el Yaykupakuy.
Una vez sentados, y pasados unos minutos, un integrante de la familia del novio era el encargado de los servicios, tenía el rol adscrito en la ceremonia de repartir hojas de coca para chaqchar a cada uno de los presentes; después pasaba invitando un poco de licor o caña y, por último, ofreciendo un cigarro. Pasado un rato, quizá quince minutos, se levantó el padre y se dirigió a la familia del frente, al padre de la novia. Entre ambos se preguntaban y se contestaban en quechua, con una actitud verbal sosegada, tranquila, cargada de respeto, humildad y tonalidad afectiva dulce. Participó bastante en llevar la ceremonia, el tío del novio, el hermano del padre. Así estuvimos un buen rato, entre familias se respondían, una frente a la otra, mediante los padres o algún representante principal del grupo familiar. También se dio paso a una oración católica y una entrega a Dios como Juez Supremo. Los demás integrantes observábamos y escuchábamos sus palabras, chaqchando coca, muchos tomando trago, otros menos, fumando cigarro. A veces hablaban en castellano, aunque predominaba el quechua en la ceremonia. Presenciábamos la ceremonia como espectadores de una dramatización cultural concertada. Éramos los testigos del evento, con toda una serie de pautas marcadas por la fuerza de la costumbre, la iteración de las instrucciones marcadas culturalmente.
Ya era la una y media de la madrugada, cuando la novia apareció por una puerta de la casa. Hizo presencia en medio del patio, en el centro de ambas familias, dirigiéndose hacia la familia del novio, expresa en castellano:
“En este momento perteneceré a esta familia. En este momento quiero que, como ustedes anteriormente ya, que ya saben, ya tienen la experiencia, quiero que nos compartan, para que nosotros también vivir de eso, gracias”.
La novia pedía consejo a los familiares para seguir la tradición y una buena vida de pareja. Acto seguido, se procedió a colocar una lliclla en el suelo con un mantel blanco. Se elaboró sobre el piso de tierra una especie de altar con cuatro manojos de claveles blancos, dos rosarios en medio y una especie de libro bíblico, dirigido hacia donde estaba sentado los padres del novio. Hicieron llamar a los testigos, que venían a ser los padrinos de los novios. Los novios se pusieron de rodillas en el suelo, sobre una manta, y el cuerpo derecho mirando hacia los padrinos. Cada uno tenía en su mano su manojo de clavel: el novio, la novia, el padrino, la madrina. Le colocaron los rosarios a cada uno de los novios sobre su cuello. Esta parte de la ceremonia ritual duró más de una hora. Se procedió a darles consejos morales y un discurso moralizante a los novios, la mayoría en quechua, menos algunos de los más jóvenes. Empezó el padre y la madre del novio, seguido de los familiares del novio; después los padres de la novia, seguido de los familiares de la novia; terminó con los padrinos. Dieron sus palabras los novios, indicando que ya eran enamorados desde hacía cinco años. La familia de la novia solicitaba cuando se iban a casar, como indicando que no pasara mucho tiempo. El padrino intervino diciendo que no se podía forzar una fecha exacta. El novio indicó que tenían planificado dos años de convivencia. Hablaban en quechua y muchas veces se filtraban palabras en castellano. Pedía traducción. Cuando capté el sentido de la situación y por las palabras filtradas en castellano, se generó una abstracción de generalización que, por sentido común, es lo mismo en muchas partes. El padrino manifestó que, para él era difícil, que era su amigo en la etapa de enamorado. A partir de ahora asume un nuevo rol frente a su amigo. Es su padrino, lo que se convierte en una autoridad jurídica vertical, dejando a un lado la relación horizontal de la amistad. Es un cambio de estatus social y disposición actitudinal entre ambos.
Los novios ante los padrinos y la madre del novio iniciando la ronda de consejos morales familiares. Fuente: Autor
La ceremonia Yaykupakuy continuó con la entrada de dos señoras mayores con su vestimenta quechua. Se colocaron cerca de los padrinos y de los novios. Todos en silencio. Las señoras empezaron a emitir una melodía aguda que parecía que llegaba a la punta del cerro. Se trataba de un harawi, un tipo de canción especial poética en quechua que se hace en diferentes eventos. Se manifiestan sentimientos, ideas, emociones. En el año 2009, lo presencié en la comunidad de Manchaybamba, Andahuaylas, en un wasi wasi, es decir, la construcción del tejado de una casa. En esta ocasión se le cantaba una melodía especial a los novios y a los padrinos. Mientras las señoras cantaban su harawi, con su melodía dulce y aguda, la familia del novio trajo el costal de maíz. Se colocó un mantel blanco en el suelo, a los pies de los padres de la novia. Se hizo una cruz con el maíz de canchas; reconocí que era el costal de maíz que había subido de la sala del novio para colocarlo en la camioneta. Sobre la cruz de maíz y a los lados, colocaron panes, bizcochos, gaseosa inkacola y, fuera del mantel, cajas de cerveza, a los pies de los padres de la novia. Por último, mientras las señoras continuaban con su harawi andino de melodía dulce en quechua, la familia del novio entró con un chancho (cerdo) grande y dorado con su clavel en la oreja izquierda y su pan en la boca. Lo colocaron al lado del mantel, todo frente a los padres de la novia como la entrega de un regalo; les dirigieron unas palabras en quechua, entregándole la ofrenda de alimentos como símbolo del “precio de la novia”. Es la dote y el pago pidiendo y suplicando que los padres le entreguen la novia al novio para formar parte de su familia. Parte del ritual es que la novia pasa a formar parte de la familia del novio. Sin embargo, posteriormente al ritual, los novios se independizan de ambas familias para vivir de manera autónoma.
Dos señoras cantando el Harawi ante los padrinos y los novios.
Tradición procedente de la comunidad de Qarwancho, a tres horas de Huanta. Fuente: autor.
Hubo un momento que, del frío que hacía casi a las cuatro de la madrugada, me puse al lado del fuego de leña para calentarme. Estaba una mujer de la familia de la novia. Ante cierta hambre que sentía mi estómago, le pregunto: —¿no van a repartir el chancho para comer ahora? —. La señora responde: — ¡no, es para los padres y la familia de la novia, se lo van a llevar! —. A los tres minutos recogieron la ofrenda llevándosela al interior de la casa. Continuó el Yaykupakuy con la entrada de un arpa y violín cantando en quechua. Todos empezaron a bailar y a tomar festejando el Yaykupakuy. Ya eran las cuatro de la madrugada. Se resisten a que se lleven a la novia. Era su último momento familiar. La familia del novio tiene que decidir y estar pendiente en qué momento nos retiramos de la casa de la novia. Lo que se hizo fue sacar a la persona encargada de los servicios, la persona que repartía los tragos, la coca y el cigarro. Era el que estaba más embriagado integrado alegremente con los familiares de la novia. Fuimos saliendo de la casa. Sacaron al novio y a la novia junto con los padrinos. Nos acompañaron las señoras con su harawi, más el arpa y el violín con su canto. Nos dirigimos hacia las camionetas con los novios y los padrinos, con sus claveles blancos y sus velas encendidas, acompañados de la familia del novio, con su harawi de alta madrugada y su arpa y violín a los costados.
Por fin, desde la medianoche que llegamos a su casa, la novia pasaba a integrarse a la familia del novio. Llegamos a la casa del novio y nos sentamos para que nos sirvieran mondongo, mientras seguían tomando y chaqchando coca. En mi caso, tomé poco, pero sí chaqché toda la noche hasta el último momento, pues era lo que me mantenía despierto. En ese instante, nos retiramos, era algo más de las cinco de la madrugada. Volvimos a Huamanga llegando de día a las seis y cuarto de la mañana.
Sin embargo, con la inquietud de saber cómo había terminado, a los tres días le pregunté a mi alumna, la prima del novio, como siguió la ceremonia. Cuando nos fuimos todavía no se había levantado. A las seis y media de la mañana estaba presente en la sala, viendo a los novios, los padrinos y la familia alegremente. Mi alumna me comenta ante mis preguntas:
Después de recibir el mondongo, los novios dieron un agradecimiento por el acompañamiento que hicieron la familia y los familiares. Entre testigos hubo un mejor amigo y así. Y también amigos que les han visto desde que eran enamorados. Dio sus palabras y de ahí empezaron a hablar los papás del novio y dieron sus palabras de cómo deben llevar su relación y como deben funcionar y, si algo pasaba, comunicar a los suegros, para que ellos puedan corregirte de alguna u otra manera. El Yaykupakuy es que cuando alguien falla hay que informar a los suegros o al padrino para que así se pueda resolver y no dejar que pase a más. Se los trae la familia del novio y ya viven aparte, ya el novio y la novia viven aparte. Pero los papás dijeron que se quedarían una noche con ellos y ya después se podían ir. Viven aparte, aprender a convivir, a poder conocerse más. El novio tiene veintiséis años y la novia veinticinco. La novia es enfermera y el novio es emprendedor.
Se quedó que iban a ver cómo iba a ir su relación de conviviente. De acá a dos años va a ver otra reunión y ahí van a decidir si se van a casar o se van a separar. Ambos se están dando ese tiempo para poder conocerse, porque es diferente ser enamorado con ser pareja. Ahora son pareja conviviente. Ambos novios van a dar sus opiniones como ha sido esos dos años de convivencia.
Los padres y familiares le transmiten lo que han vivido, sus experiencias, empiezan a contar, de los suegros y a aconsejar de cómo deben llevar la relación. Toda relación tiene sus conflictos y le aconsejan como deben resolver sus conflictos, que aprendan como deben resolver. Es parte de la creencia de la mujer que se va con el novio y si discuten, la novia dice, ¡ah!, me voy a donde mamá, y los suegros no deben aceptar eso. Si has tenido problemas, vaya a tu casa y resuelve con tu pareja. A menos que sea algo grave llaman a los padrinos. Pero cualquier berrinche no deben aceptar.
El Harawi es una creencia de parte del novio, de parte de la familia paterna. Es algo que se viene de Santillana, de Qarwancho parte arriba, está a tres horas de Huanta, es una comunidad pequeña. La familia del novio es de ahí. Parece que la novia es de Huamanga y vive en Huanta. Mis tíos son de Qarwancho y mi primo ha nacido en Huanta. La tradición de los papas es de Qarwancho. El Yaykupakuy fue por parte del novio. Fue a de los suegros para conversar. De la novia es lo que le entregan, se resisten a entregar a la hija, a la mujer. El novio propone el Yaykupakuy. Se va primero el novio a la casa de la novia a conversar con los padres y fijan una fecha cuando aceptan. De ahí buscan los padrinos los novios.
(Brenda, 9 de julio de 2025, institución laboral, Huamanga)
Nueva pareja y los padrinos llegando a la casa de la familia del novio, después de las 5:00 am
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2. Relato comparativo etnohistórico
A las 9:30 am, al día siguiente del Yaykupakuy, en casa de Victoria Romaní en Huamanga, el lugar donde resido:
Victoria me cuenta que hace unos treinta años o más, fueron padrinos de un Yaykupakuy en Chuschi. En ese tiempo era distinto, aunque parecido a lo de ahora. La pareja de entonces eran campesinos y quechuablantes. La pareja solo se conocía de un año como enamorados y no habían tenido relaciones sexuales. Los encerraron en un cuarto a la pareja y les quitaron la ropa a los dos, quedando solo con su ropa interior, rodeados de los padrinos y familiares. La chica se resistía, no quería, ellos le incitaban a que se acostaran en la cama. Era la forma de concertar el matrimonio. Los padrinos tenían que cuidar la ropa para que no la robaran otros familiares.
3. Interpretación teórica
El Yaykupakuy, palabra quechua que significa “pedida de mano”, es parte del ciclo vital del hombre y la mujer del Ande, de las comunidades andinas, en este caso, en la región de Ayacucho. Es una puesta en escena previamente coordinada, con un guion a desarrollar en varias partes. Es un rito de paso que marca un cambio de estatus social, pasando de la condición de enamorados a la condición social de pareja conviviente, como fase previa a un compromiso conyugal posterior. El nuevo estatus trae consigo un conjunto de normas y valores a practicar, que condicionan la vida de la nueva pareja a las normas implícitas del grupo familiar e interfamiliar, generándose con ello una familia extensa. El ritual del Yaykupakuy es de carácter interfamiliar; podríamos extender la escala social y temporal a la categoría de comunidad y al concepto prehispánico de Ayllu.
El conjunto de normas y posibles tabúes silenciosos están facilitados, explícitos e implícitos por la dramatización en la que la ceremonia se lleva a cabo, en el marco contextual y sociocultural de ambas familias. El ritual del Yaykupakuy es una dramatización cultural que, siendo conscientes de cierta representación ficticia, responde a una filosofía de vida con un sentido de unión de parejas y cohesión entre familias, basadas en el respeto, el compromiso y el buen vivir (Allin Kawsay). La representación escénica genera una atribución de roles diferenciados, que semeja, por ejemplo, al sacerdote, al juez, a la autoridad, los roles de género, los testigos, el público presente, entre otros. El compromiso de la nueva pareja tiene una fijación mayor emocionalmente al ser presenciada por ambas familias. La observación modifica lo observado. Le da un mayor peso a la cohesión social emocional. Es una toma de conciencia colectiva sobre un punto, o dos, la pareja como una.
La situación de la nueva pareja, de rodillas ante los padrinos y recibiendo los consejos morales de los padres y familiares, refleja que están en la fase de interiorización de la norma jurídica consuetudinaria. Todavía no hay sanción. El padrino manifestó ser el amigo del novio y que se le hacía difícil esta situación; en la condición de enamorado el padrino es el amigo en una relación horizontal. En la condición de pareja el amigo deja de ser amigo para asumir un nuevo rol, la autoridad jurídica como padrino, pasando a tener una relación vertical. La mirada cambia generando una resignificación cognitiva, social y emocional en la interacción y en las actitudes que el nuevo estatus demanda entre el padrino y el novio. Se trata de una forma jurídica de poder hacer un contrato entre dos personas para vivir juntas, sobre un patrón asentado en la historia del grupo.
Desde una interpretación antropológica histórica, en el sentido de dónde viene la tradición hasta la actualidad, estamos ante un ejemplo de cambio cultural, cuya hipótesis etnográfica-histórica es la pervivencia de las prácticas prehispánicas sincretizadas a lo largo del tiempo y adaptadas a la época actual. Han interiorizado una norma jurídica consuetudinaria, basada en la reiterancia de las conductas y en la obligatoriedad que, para el grupo, se convierte en una norma. Incluso, es más coherente que para “nos-otros”, pensando en el derecho occidental en sociedades complejas, que se hace a través de la imposición. Es parte de su filosofía y cosmovisión, una perspectiva jurídica sociocultural basada en normas y valores grupales como el respeto y el compromiso social. Hay un reconocimiento público por parte de ambas familias, a modo de conciencia colectiva, generando una cohesión familiar de mayor peso y lazos afectivos comunitarios más sólidos. Implícitamente, está la sensación de castigo si uno viola las normas implícitas y explícitas del grupo y la declaración de la nueva pareja sobre su lealtad, su respeto, su compromiso y su comportamiento entre ambos al interior de la nueva vida, autónoma e independiente a ambas familias. Sin embargo, la forma de advertir posibles desviaciones de la norma esperada no es punitiva ni sancionadora drásticamente. Se busca una integración de las situaciones desviadas mediante el diálogo, la observación al interior de la vida de pareja. Solo en casos extremos, se solicita que se acuda a los padrinos en primer lugar como mediadores de su situación de convivencia. Los familiares advierten, aconsejan y sugieren que se comporten bien, que, si tienen problemas, que entre ellos lo resuelvan, que se apoyen mutuamente y se sirvan en las funciones y roles que corresponde a cada uno. Dictan y prescriben de alguna manera los roles esperados en cada uno y su complementación. No he analizado aspectos de la actualidad vinculados a las actitudes de género, principalmente con relación al machismo cultural y ¿biológico?.
La hipótesis es que perviven formas ancestrales de unión familiar, entre Ayllus, que fueron alteradas y resignificadas con la llegada de los españoles y europeos. La ofrenda de alimentos, la entrega de regalos, “el precio de la novia”, simboliza una ofrenda a la Tierra como dadora de vida, la Madre Naturaleza Andina. Otra hipótesis de trabajo es el motivo por el que se lleva a cabo el ritual de noche, después de caer el sol y hasta el amanecer. Podríamos hipotetizar una vertiente biológica neuroendocrina, ligado a los procesos de la libido y cuestiones de la psicosexualidad. Otra hipótesis histórica-antropológica, sería verlo como una forma de evadir la extirpación de idolatrías por parte de los jesuitas en el periodo del Virreinato. Adaptaron el rito católico al rito andino, para seguir venerando a sus dioses y cosmovisión andina, a sus apus y wamanis, a la Tierra como ser personificado, de carácter animista y circular; únicamente lo llevaron al ámbito privado familiar, asumiendo los padrinos el rol de sacerdote como testigos, y una misa andina que tiene efectos de psicoterapia grupal. La proyección de todos los familiares sobre la nueva pareja, el discurso moral, el poder de la palabra, la exposición constante y la programación mental repetida es parte de la instauración de las nuevas normas comportamentales de la pareja. En el caso de los Andes, la categoría etnolingüística prehispánica es Ayllu (familia). La unión entre Ayllus, entre familias, permite generar redes de cooperación y que el Ayllu, el clan familiar, se extienda, generando mayor protección y seguridad. La percepción del endogrupo frente al exogrupo se ha superado a partir del acuerdo entre padres de ambos Ayllus, sobre la unión de sus hijos como nueva pareja conviviente y posible pareja futura conyugal. El ritual es un proceso de reconocerse en el silencio, en la palabra, en el silencio distanciado, en el acercamiento a través del idioma, cargado de valores, de una prosodia, un ritmo, un tono emocional contenido pero lleno de afectos corporales que van expresando a través de la melodía dulce del quechua. Una reciprocidad festiva a través de alimentos, trago, chaqchar coca, música, oración, baile, canto. Todo ello, arropado bajo un padre protector que une ambos Ayllus, que los vigila y vigila sus acciones; Dios, el Dios del catolicismo. Habría que hipotetizar y profundizar sobre el término repetido de “sincretismo religioso”. Predominaba como Juez el Dios de los católicos. Los elementos como el rezo, la oración, las velas, el rosario, los claveles, los discursos, las posiciones y disposiciones corporales hablan de la realidad sacra trascendental del ser humano. El simbolismo de la ofrenda en el contexto de los Andes, su discurso, habla de la realidad sacra inmanente de los Andes.
“El precio de la novia”, “el pago de la novia”, “la dote”, es un intercambio material-simbólico-sexual-etológico, donde el varón demuestra el histórico rol de género varonil con el aporte de productos alimenticios, representando la idea de abundancia, en la carne como elemento central, la entrega de un chancho, un cerdo asado de color dorado, expuesto a los pies de los padres de la novia, para que le entreguen como fruto a su hija, simbólicamente, la sexualidad para reproducirse en la tierra y continuar como especie el legado, cumpliendo el cometido de la predisposición genética de los genes. El ser humano es un entramado entre la biología, la naturaleza y la cultura.