Saber con quién nos relacionamos es muy importante para sostener vínculos sanos y positivos que nos ayuden a mejorar como personas y no dañinos o negativos que nos estanquen o, peor, condenen a sufrimientos innecesarios, o perjudiquen a nuestra familia, carrera o negocios y salud. De ese modo, debemos estar alertas para conocer bien quién será nuestra pareja, quiénes son nuestros compañeros, socios o colegas, jefes o subordinados.
Ciertamente, pueden pasar años para saber muy bien cómo es realmente alguien, cuáles son sus más grandes fortalezas y debilidades más íntimas, aunque conocer a sus familiares cercanos también puede ayudar mucho.
Pero hay algunas maneras sabias, antiguas y modernas, simples y concretas, para saber con qué clase de gente estamos tratando.
Tenemos el Evangelio, que menciona que Jesús de Nazaret dijo “Por sus frutos los conoceréis…” en relación a los falsos profetas, unos “lobos rapaces” “vestidos de ovejas”, es decir, podemos saber cómo son las personas por sus acciones reales más que por sus simples palabras. Y eso es muy claro en aquellas que se esfuerzan, dado el caso, por aparecer ante los demás como muy religiosas y piadosas cuando en realidad su accionar está motivado evidentemente por su egoísmo, vanidad, codicia y maldad.
Por su parte, los antiguos romanos decían “Facta, no verba”, esto es, “Hechos y no palabras”, queriendo decir que las acciones son más importantes que las meras afirmaciones. Y eso es muy claro ante los muchos falsos juramentos y promesas, hechos por toda clase de gente, sobre todo cuando lo hacen en nombre de Dios, la justicia, la libertad, la verdad o el amor.
A su vez, está la frase marxista contemporánea “la praxis es la comprobación de la teoría” donde la práctica es la verificación de la idea. Así que, por ejemplo, lo que le predican los políticos y las autoridades al pueblo no importa mucho en verdad, sino lo que hacen por él. Y eso vale para todos ellos, sean de derecha, izquierda o centro, grandes o pequeños.
En consecuencia, caros lectores, seamos muy cautos cuando le escuchemos decir a alguien, especialmente de modo reiterado: “Yo nunca miento”, “lo juro por Dios o la tumba de mi madre”, “soy patriota, quiero a mi país”, “mi compromiso es con el pueblo”, “no soy corrupto, soy honesto”, “te amaré por siempre”, “soy tu verdadero amigo”, etc., observemos sobre todo si su conducta es consecuente, coherente e íntegra con lo que dice, pues si no lo es, en realidad podríamos estar ante una persona manipuladora, megalómana, mitómana o simplemente ladrona.