Fuente: TopHoy
Rene Antonio Hinojosa Benavides

La alpaca (Lama pacos) es una ecuación intrincada, un animal de contrastes, salvaje y domesticada, feroz y sumisa, malvada y vulnerable, paciente e irascible.


Es una bestia envuelta en gran misterio, un antiguo enigma, como una suprema paradoja de partes completas: un modo de transporte, de trueque, de sustento y supervivencia.

Nuestros antepasados decían que la tierra como “la madre de la alpaca”; sin embargo, es la matriarca de nuestra nación, ya que es como un sistema de beneficencia ambulante para los campesinos que se la comen como “kanka”, la azotan con su “waska”, la atiborran con su “kipi” o carga, la hacen corren en el “cortejo”, duermen bajo su sombra, aprovechan su leche, se lavan con su orina en la orinoterapia, la abren para sacarle el “cuajo” para elaborar queso; y con su fibra fabrican todo tipo de vestimenta desde gorros hasta ponchos, inclusive su “molleja” o excremento, es utilizado como combustible en las “tullpas” de la cocina rural.

La alpaca tiene una graciosa cara, serena y disgustada a la vez, con ojos acuosos que por la noche adquieren un brillo de color verde botella, enmarcados en sus pestañas que tienen la majestuosidad de las de una estrella cinematográfica; sus grandes “ollares” o ventanas de la nariz, pueden cerrarse rápidamente para evitar el polvo de la puna.

Los belfos blandos de este rumiante, al parecer insensibles a las “kanllas” o plantas espinosas, esconden unos dientes tan largos que pueden morder una manzana a través de una cerca de estacas, alimentándose de pastos naturales, y cuando están estabulados se adaptan fácilmente a los pastos cultivados y al forraje en general.


Este camélido es un animal ligeramente grande, cuya longitud a veces llega a los dos metros, y su alzada es de casi un metro con noventa centímetros; mientras que sus largas patas, parecidas a los pistones de carro, terminan en suaves pezuñas acojinadas, cada una con dos dedos unidos en la planta por una malla de piel,

Fuente: Animales

las pueden hacer galopar a unos 20 kph, llegando a vivir hasta 20 años, que se las pasa escupiendo y recorriendo incontables kilómetros de accidentados pajonales, siendo al mismo tiempo un “costal de fibra”, un montacargas y un rompe vientos.

Podemos encontrar alpacas de diversos colores como el de color cervatillo o “LF” (light Fawn), blanco, marrón (en varias tonalidades), negro y gris. Aunque algunos campesinos cogen a la alpaca de las orejas equivocadamente, se le debe atrapar por el cuello, teniendo cuidado ya que nos puede dar un “cabezazo” o darnos unas reverendas patadas en nuestros genitales.

A veces produce unos sonidos como si estuviera succionando, mientras gruñe y gimotea. Habitualmente no hace ruido al caminar, pero cuando se enfurece sus gemidos pueden escucharse a más de un kilómetro a la redonda.

La preñez de estos animales dura once meses, paren una cría por año, y hasta ocho en toda su vida reproductiva. Sin duda la alpaca ha transitado largos siglos por los ámbitos del misterio que el hombre mismo ansía recorrer. 

Referencia

Hinojosa, R. (2018). Análisis estructural de la competitividad del sistema de producción de alpacas en cuatro provincias de Huancavelica. Editorial Universidad Nacional de Huancavelica. ISBN N° 978-612-4161-24-7.  

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