Roly Auccatoma Tinco

El único ser que hace historia es el hombre (varón y mujer), también la historia lo hace a él. Cada hombre se proyecta siempre al futuro, vive en constante cambio y opta por lo posible. Él tiene infinitas posibilidades y en cada una de ellas habita la muerte;


es decir, puede morir en cualquier momento ya sea durmiendo, jugando, bailando, comiendo, etc.; por ello, se afirma, contundentemente, que él es historia y no naturaleza, pues esta no hace historia; es el ser quien da sentido a todo lo existente.

No obstante, la muerte, concebida como un paso a otra vida, totaliza al hombre a la nada, pues al morir deja de ser, al mismo tiempo, todo proyecto queda inconcluso y concluido. Por ello, aunque en muchas culturas se entierran con alegría o cumpliendo ciertos rituales como los morenos que llevan al muerto bailando como si fuera algo feliz morirse, a manera de tapar la pérdida, pero no se imaginan cuan angustioso es estar consciente unos minutos antes de la muerte. Ese momento es un infinito calvario para el hombre de razón, pues al morir dejó de ser posibilidad, imposibilitado para hacer historia, finalizó con todo su accionar. Por tanto, se puede manifestar que él no muere, sino que dejó de ser, es decir ya no es historia, es naturaleza.  

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En la actualidad, con el ataque voraz del coronavirus, se está matando a los hombres doblemente; es decir, los que mueren ya no son enterrados sino cremados. Se observa que quien salió o fue llevado de su casa enfermo por Covid-19 con dirección al hospital, teniendo la esperanza de curarse y volver para cumplir con todos sus proyectos idealizados, muere y vuelve hecho polvo, dentro de una urna donde están sus cenizas. Entonces, al ser cremado es transportado a la segunda muerte para sus familiares.


Fuente internet

Lo antes mencionado, se puede ilustrar con un video que circuló por los medios de comunicación, donde el cuerpo que pertenecía a un policía que se contagió y murió, cumpliendo con los deberes del Estado, fue cremado y entregado en cenizas a sus familiares. El vídeo es desgarrador, sus seres queridos no vieron su cuerpo, tampoco lo velaron; para ellos está desaparecido, como vivo pero ausente, y siempre vivirán con la esperanza de que volverá en cualquier momento, solo llorarán ante sus cenizas. Por tanto, se puede manifestar que la muerte es inexplicable y no hay palabras que puedan describirla con exactitud.


No se preguntan si cada víctima tenía proyectos pequeños o grandes para con su familia, comunidad y Estado; si tenía ideales,


La ciencia concibe la muerte como la cesación del cuerpo humano, es necesario morir para que otros vivan y así permanente se transforma la materia. Esta concepción fría, como lo es la estadística, nos informa que murieron 50, 100, mil o un millón de hombres por Covid-19, llevando a que muchos no se conmuevan, pensando que son inmortales y que solo los otros mueren. No se preguntan si cada víctima tenía proyectos pequeños o grandes para con su familia, comunidad y Estado; si tenía ideales, creencias, sueños y esperanzas, las cuales fueron frustradas irremediablemente. En fin, lo que más los intranquiliza es oír que un hombre murió un millón de veces, metafóricamente hablando, porque cada hombre es pensante, sintiente y proyectante. Todos los mortales debemos decirnos adiós.

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