Fuente: Blogs UPN
Jesús Anatolio Huamán Rojas

Hubo un tiempo en la historia de la sociedad que la ciencia gozaba de un prestigio merecido, el resultado de sus productos era altamente valorados, pues con ella se desarrollaba -y se desarrolla- la tecnología y la técnica, pilares para el desarrollo de las sociedades.


Pero de un tiempo a esta parte la ciencia es considerada como un saber más, tan igual que las otras formas de saber, llámese el mito, la religión, las costumbres, etc.; pues se argumenta que ningún saber es superior a la otra, que simplemente son diversas formas de entender el mundo. Este corolario de ideas es sostenido por diversos autores como Paul Feyerabend hasta el conjunto de filósofos y científicos afines al discurso posmoderno.

Para estos señores la objetividad y la verdad son ideas anticuadas que nada tiene que ver con la auténtica ciencia, pues la ciencia es relativa, es un conocimiento que no alcanza a llegar a la verdad objetiva, de tal forma que, si hoy el conocimiento científico es verdadero, mañana con seguridad podría llegar a ser falso, demostrándose con ello que es imposible conocer las cosas de la realidad tal como son.

La conclusión de esta idea es clara: puesto que la ciencia es un discurso como cualquier otro, no puede ser garantía de desarrollo de ninguna sociedad, ya que sus saberes no alcanzan a lograr alguna verdad. Este discurso para sorpresa de mucho es el fundamento de diversas políticas culturales y educativas en el país; por ejemplo, el currículo de educación básica contempla esta noción.

Por tanto, “señores -dicen voz en alto- no hay ciencia que sea garantía para el desarrollo de los pueblos, puesto que ni verdades tiene”. En esa misma dirección se ubican aquellos que dicen que la ciencia no tiene progreso, pues un contenido científico es solo verdadero cuando una comunidad de científicos la aceptan como tal, y, luego, ese contenido será superado por otro conjunto de contenidos científicos, un “paradigma” científico será superado por otro “paradigma”.

Muchos dicen que este es el golpe de gracia a los que creen en el progreso del conocimiento científico. Esta propuesta es defendida por el físico y filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, que como puede verse, sus propuestas son un conjunto de misiles y golpes furibundos a la concepción de ciencia como progreso.

Kuhn sostiene que la ciencia y la comunidad científica se construyen a través de la aceptación de teorías denominadas “paradigmas” el autor dice que este término implica conquistas científicas universalmente aceptadas, que durante un tiempo determinado brindan un modelo de problemas y soluciones aceptables a aquellos que trabajan en un campo de investigaciones; de esto se entiende que el paradigma es un modelo, una teoría de explicación científica con el que están de acuerdo la comunidad de científicos.


Fíjese bien, no es el conocimiento organizado sistematizado que refleja la realidad lo que se llama ciencia, sino el conocimiento aceptado, el conocimiento producto del consenso de los científicos.


Fuente: La Vanguardia

Eh ahí el subjetivismo khuniano. Veamos, si un paradigma es el modelo de teoría científica vigente en un periodo determinado de la historia humana, quiere decir que las verdades profesadas solo son verdades temporales, verdades relativas que dependen del acuerdo y la confianza al que llegan la comunidad científica de ese momento.

Desde las posiciones filosóficas, esta postura se enmarca en el idealismo filosófico, pues las teorías científicas dependerían de la aceptación y el acuerdo al cual llega la comunidad científica, entonces la aceptación del sujeto –en este caso el científico- sería lo determinante, por tanto, no se conoce el objeto en sí, solo lo que los científicos consideran que es ciencia producto de la aceptación por ellos. Imaginemos que todos los científicos llegan al acuerdo que la tierra no es redonda, por tanto, eso sería un conocimiento científico.

Admitir estas propuestas significa admitir lo que se viene denunciando desde las primeras líneas de este artículo, que la ciencia no es más que un conjunto de opiniones diferentes, que no pasa más allá de la experimentación de la comunidad científica, esto, como puede verse conduce a admitir la tesis kantiana de que solo conocemos el fenómeno, e incluso conociendo el fenómeno, este se supedita a las opiniones y esquemas mentales de los científicos, de ahí que nada podemos hablar de la realidad objetiva, la objetividad de la ciencia o la verdad objetiva de la ciencia, todo ello no sería más que un mito.

Estas posiciones son francamente un misil al progreso de la ciencia, más aún es un ataque a los productos y consecuencias sociales de la ciencia para el progreso de la humanidad, tiene razón Bunge al decir que la filosofía actual propaga en nombre de la ciencia su destrucción, pues la iguala a cualquier otra creación humana, sea la religión, el mito o charlatanerías como esas.

Lo cómico es que estos enemigos de la ciencia, se proclaman científicos y defensores de la misma, y en nombre de la moderna concepción de la ciencia declaran guerra a muerte a los científicos que aceptan la verdad objetiva, acusándolos de dogmáticos positivistas. Es como quien diría “los patos disparan al cazador”.

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