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Roly Auccatoma Tinco
rauccatoma@unah.edu.pe

Todos son mercancía en la era de la globalización capitalista, así lo afirma Marx en La cuestión judía “El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los transforma en una mercancía.


El dinero es el valor universal, constituido por sí mismo, de todas las cosas. Ha despojado, pues, al mundo entero, al mundo del hombre lo mismo que a la naturaleza, de su propio valor”.

La condición humana de los consumidores del tercer milenio es la del individuo como producto deseable y atractivo, puesto en el mercado y promocionado por sí mismo. Es decir, el mercado decide nuestras vidas, pues toda la propaganda y publicidad influye en los consumidores.

La publicidad nos invade a través del internet, la televisión, los periódicos, las revistas y otros, seduciéndonos para olvidar nuestra condición económica y social paupérrima. La invasión es terrible, pues cada día colonizan nuestras subjetividades, tanto que muchos consideran verdades absolutas a las propagandas, eso lo sabía el alemán Goebbels​​, ministro de propaganda del partido político nacionalsocialista, quien planteó:

“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Por ende, mil repeticiones inducen al consumismo de los sujetos.

Asimismo, Lara y Colín (2007), citando a Bauman, en su reseña del libro Sociedad de consumo y cultura consumista exponen que “La idea del “fetichismo de la subjetividad” se basa en la supuesta soberanía del consumidor, la idea del sujeto más libre que nunca para de elegir entre todas las opciones elegibles del mercado … “compro, luego existo… como sujeto”. (p. 212)


El sujeto es sujetado por las mercancías, cree dogmáticamente que es un ser libre y soberano de su propia vida, lo que no sabe es que está siendo sujetado por el poder del sistema capitalista. El hombrecito consumidor está angustiado por la avidez de novedades y no es dueño ni de sus sueños y principios filosóficos, políticos e ideológicos.


Fuente: Psyciencia

Entonces, ¿cuál es la tarea del hombre libre? Es recuperar la subjetividad, aunque es muy difícil porque como manifiesta Feinmann: “La revolución burguesa, la nueva, la más reciente, la de las comunicaciones, coloniza las conciencias, sometiéndolas. Estamos acribillados por imágenes, frases, ideas, polémicas que no son las nuestras. Por un sexismo torpe, mercantilista. Por lo fashion. Por el mundo lejano, ilusorio, inalcanzable de las modelos perfectas, de los desfiles del despilfarro”.

El consumismo conlleva a la devastación de la naturaleza porque con la tecnología se producen las mercancías a gran escala. Al respecto, Freud, en su obra Malestar en la cultura, afirmó que “El hombre es un Dios con prótesis” por eso es que el hombre con su prótesis, que es la tecnología, depreda a la naturaleza; sin embargo, fracasa en ese dominio de la naturaleza.

En fin, hay un ser colonizado orientado para ser solo un consumidor de las mercancías; el pobre es el no comprador que tiene la ideología y la bandera neoliberal, cree ser libre aunque la propaganda le llenó hasta la saciedad de creencias y mitos. El sistema capitalista imperante tiene para rato, entonces que viva el egoísmo y la lucha por la mercancía de mercancías: dinero.

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