Fuente: Materiales para pensar
Roly Auccatoma Tinco
rauccatoma@unah.edu.pe

Nietzsche, el loco que abrazó al caballo y lloró, manifestó en su primera obra El nacimiento de la tragedia sobre la pintura de Rafael Sanzio, La Transfiguración, tal como dice Díaz “Nietzsche descubre la “apariencia de la apariencia” o doble representación; porque Jesús, cuyo cuerpo ocupa la parte superior del cuadro, se ha transmutado, sufrió una transición beatífica”.


Es decir, el dionisiaco no puede expresarse plenamente y el apolíneo sí y es utilizado para ordenar al mundo. En cambio, Foucault expresa acerca del cuadro de Velázquez Las meninas, en el capítulo I de su obra Las palabras y las cosas. La interpretación de Feinmann, (2008, p.369) es que: “A poco más de un siglo de Las meninas la burguesía hace su gran Revolución y expulsa a los reyes del Poder. Antes, en 1656, un gran artista, Velázquez, los había expulsado de una de las más grandes obras de la historia del hombre. Sin más, los había expulsado del Arte”.

Los filósofos son asesinos, Nietzsche que anuncia “Dios ha muerto” y Foucault que es nietzscheano da su fórmula “El hombre ha muerto”; es decir, la idea de la muerte de Dios, que necesariamente lleva implícita en sí la muerte del hombre. Foucault manifiesta en su obra Las palabras y las cosas “El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin” (1968, p. 375). Es así que, con la muerte del hombre, todo es necesario porque ahora el hombre está dentro de la estructura (instituciones) y está sujeto a muchas determinaciones.

El hombre que domina el conocimiento con su razón y es el centro del mundo, decía Descartes, por otro lado, con Foucault es el sujeto que se halla dentro de la estructura y es inhumanista. El hombre occidental había construido su saber a través de las epistemes: renacentista, clásico y moderno. Es muy complejo su filosofía.

Hoy, con la muerte del hombre, no actuamos y está en crisis, por eso debemos filosofar; es decir, el mercado actúa, domina y sobrepasa al hombre. Por tanto, la esencia del hombre se debe recuperar, no desde el romanticismo, sin retornar al pasado. Foucault, con la fórmula “El hombre ha muerto”, anuncia que la filosofía metafísica está en crisis y la deben asumir todos los hombres, como lo dice Feinmann (2008, p. 363) “Foucault viene a proclamar lo que Heidegger hizo, pero no proclamó: la muerte del hombre. El hombre debía morir para que la filosofía pudiera pensar.” Es así que, es necesario superar la subjetividad moderna para autoanalizarse como personas y dejar que se autorealice la naturaleza porque todo lo que existe merece respeto. 

En fin, no ha muerto el hombre, y si murió debemos resucitarlo para que actúe en la política, en filosofía, en conocimiento, en la ideología, etc.; es decir, el hombre debe rebelarse siempre, porque es necesario que conozca la realidad para juzgarla y transformarla con su praxis (acción). No obstante, el amo es racional porque tiene una maquinaria de poder que silencia, excluye y domestica las subjetividades de los otros hombres, avasallando a la naturaleza.

Referencia bibliográfica

Díaz, E. (14 al 16 de octubre de 2004). Nietzsche entre las palabras y las cosas. Organizadas por la Revista Instantes y Azares y la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, realizadas en la Ciudad de Buenos Aires.  Recuperada de: https://www.estherdiaz.com.ar/textos/foucault_nietzsche.htm

Feinmann, J. P. (2008). La filosofía y el barro de la historia. Editor digital: Titivillus. Recuperada de: https://www.librosdemario.com.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Traducción de Frost, E. C. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Recuperada de: https://monoskop.org/images/1/18/Foucault_Michel_Las_palabras_y_las_cosas.pdf

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