LP Pasión por el derecho
Ítalo Quispe Pérez
Italojaime.qp@gmail.com

“La dimensión política de la persona está atravesada por cuestiones relacionadas a la voluntad, a la capacidad humana de elegir incluso su propia destrucción cuando, libremente, ha decidido qué orden merecen las “cosas” y las “ideas” del mundo y la realidad para él.”


El jueves 11 de marzo de 2021, el fiscal José Domingo Pérez presentó una acusación contra Keiko Fujimori y otras 41 personas por los presuntos delitos de crimen organizado, lavado de activos, obstrucción a la justicia, falsa declaración en procedimiento administrativo. Para siete personas, incluyendo a la candidata a presidente del país, la pena que se pide es de 30 años. La acusación incluye al Partido Fuerza Popular (desde que fuera conocido como Fuerza 2011) y la empresa MVV Bienes Raíces SAC. (https://bit.ly/2SWuBni)

Por otro lado, en el año 2017, la procuraduría del Mininter sindicó a doce dirigentes, entre ellos, Pedro Castillo, por pertenecer a la organización criminal “Los protestantes del sur”, debido a que “han formado una organización sindical con la finalidad de lograr reconocimiento gremial para luego plantear demandas políticas”; mientras se les acusó también de extorsión, por las amenazas de protestas. (https://bit.ly/34NmI6a) En el año 2021, al entonces candidato presidencial Pedro Castillo, la cuarta fiscalía provincial de Lima, ha pedido una investigación “a nivel policial” por no mencionar en su hoja de vida que tuvo la gerencia de una empresa. (https://bit.ly/3g8nnoh).

¿Por qué el electorado peruano que, a fin de cuentas, es la ciudadanía activa de nuestro país, tiene una tendencia a elegir opciones que incluso le dan la espalda al conocimiento?

La respuesta es conocida en la historia de las ideas, pues resulta que la dimensión política de la persona está atravesada por cuestiones relacionadas a la voluntad, a la capacidad humana de elegir incluso su propia destrucción cuando, libremente, ha decidido qué orden merecen las “cosas” y las “ideas” del mundo y la realidad para él. Esta configuración de orden valorativo no puede ser estudiada, a cabalidad, ni por la psicología más avanzada, se trata de lo que incluso en libros antiquísimos se llama “arbitrio”.

La teoría del conocimiento sostiene que este tiene como característica principal su oposición a la metafísica. Para la epistemología del siglo XX, metafísica se identificó con la pretensión de argumentar sobre la base de (pseudo) proposiciones, es decir, oraciones de lenguaje que pretendían referenciar la realidad fisicalista (R. Carnap). Sin embargo, la metafísica no ha podido ser eliminada, quizás a lo sumo arrinconada. Para A. Ayer, la metafísica consiste en expresar emociones, ni siquiera consiste en referenciarlas, como hace la psicología.


Fuente: La Silla Rota Veracruz

Y sin embargo, la voluntad es metafísica. Y sin voluntad, quizás no es posible el conocimiento, pues la sensibilidad pasiva de nuestra constitución corporal la compartimos con animales, incluso con plantas. La diferencia se encuentra en la voluntad de querer dar orden y sentido al mundo, como afirmaba Schopenhauer. Pero, no hay necesidad hacia el orden, pues la voluntad puede ser un deseo de conocer, así como un desprecio hacia el conocimiento. 

Hobbes lo expresaba muy bien en un pequeño texto (“on liberty and necessity, 1646) en que afirmaba que la existencia de relaciones necesarias en la deliberación teórica, el conocimiento, no supone ningún tipo de obligación para la libertad del hombre al momento de ejercer su voluntad. Incluso, afirma el también autor del “Leviatán”, aun cuando las circunstancias rodeen al individuo, el hombre no decide entre el bien y el mal sino entre opciones con diversos grados de incertidumbre.


Pero tal incertidumbre no se dirime por el conocimiento. Hobbes se limita a decir que la voluntad es el último acto de deliberación y, por eso mismo, sin importar las circunstancias la elección fue del sujeto.


Kant sostiene que es la libertad histórica de las personas la que decide. Pero no se decide con el último acto de deliberación, sino con una actitud valorativa según la cual el sujeto establece una jerarquía entre las opciones que debe sopesar. El motivo de la acción, por lo tanto, no puede ser conocido sino en una conversación en que el sujeto exprese sus verdaderos motivos.

De esta manera, a pesar de que el conocimiento científico, como puede ser la consecuencia de una investigación fiscal de cuatro años, la voluntad puede optar de manera contraria. La valoración es una actividad subjetiva y no depende de la realidad concreta de las cosas.

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